Me ocurre con Page algo curioso: hay días en que me creo sus diatribas contra las tropelías de Sánchez, y lo veo casi como al Cid, combatiendo al enemigo con valor y tenacidad. Claro que luego recuerdo que Rodrigo Díaz de Vivar fue también un mercenario, que luchó en bandos diversos, y entonces me asalta la tentación de no creerme ni una palabra de lo que dice el presidente de Castilla-La Mancha. Pienso, en esos momentos, que sus declaraciones responden más a la necesidad de asegurar su futuro en Fuensalida que a una verdadera convicción. Que su valentía llega justo hasta el instante en que hay que tomar una decisión irreversible: un voto en el Congreso, un carné roto, qué se yo, una manifestación de socialistas decentes a las puertas de la Moncloa. Sería digno de ver.
Claro que allí no estaría José Bono, quien ha decidido sepultar la dignidad propia del varón díscolo y jurar amor eterno al secretario general de su partido. Su justificación ha sido de lo más meliflua: según él, los socialistas deben "defender" a Sánchez igual que defendieron a González o a Zapatero. Vamos, que la razón la otorga el carné del PSOE, independientemente de la tropelía cometida: del GAL a Filesa, pasando por Koldo y el Tito Berni, y aterrizando en el desaguisado del Aeropuerto de Ciudad Real.
Así que mi opinión sobre Page cambia según el día. Cuando le conocí, era alcalde de Toledo y andaba siempre a la gresca con el presidente Barreda, que ya olfateaba la sucesión. Era, y sigue siendo, un hombre afable. Recuerdo una comida en la sede de RTVCM —ahora creo que se llama de otra manera— en la que estábamos Page, Nacho Villa y yo. La reunión tenía como propósito ver cómo podíamos, desde el ente público, promocionar Toledo. Todo muy civilizado. Claro que luego vendría la etapa dorada de los baches y socavones: Emiliano se la juró a mi jefe, este apretó aún más el acelerador y aquí el menda se quedó en medio, trasquilando boletines con la mejor de las intenciones y, hay que reconocerlo, con muchos errores.
¿Cuál es el verdadero Page? Esa es la cuestión, ¿verdad? Si sigue los pasos del Cid, será un hombre valiente y defenderá a los suyos hasta el punto de exiliarse por sus desavenencias con el rey Alfonso VI de León y Castilla, a quien había apoyado en su ascenso al trono. Ya me lo imagino, desterrado de los comités federales, recorriendo España en coche con Martínez Guijarro, Regatero y Esther Padilla, visitando las sedes socialistas en un intento de recuperar el partido desde la militancia. Si Sánchez escogió un Peugeot para su performance, creo que Page debería optar, indiscutiblemente, por un Seat Toledo.
O puede que no. Puede que Page siga midiendo sus críticas, recortando palabras, lanzando sobreentendidos… y diciendo que sí a todo lo que ordene el sacrosanto emperador de la rosa marchita.